domingo, octubre 19, 2014

No puedo olvidar tu rostro

Ficha técnica
  

 
No puedo olvidar tu rostro
Mary Higgins Clark
Plaza & Janés, 1996
978-84-01-24221-5
358 páginas



 

Sinópsis  

La abogada Kerry Macgrath acompaña a su hija Robin a la consulta de un cirujano estético y, mientras aguarda en la sala de espera, ve salir a una mujer cuya cara le resulta familiar. Este hecho casual se convertirá en inquietante cuando, en las sucesivas visitas a la consulta del Doctor Smith, Kerry continúe viendo esa misma cara... pero en diferentes personas. La abogada decide investigar, sin imaginar que está a punto de internarse en un laberinto mortal cuyo hilo de Ariadna se remonta al asesinato de una bella joven once años atrás.

 Fragmento
 "Kerry se quedó helado y los ojos parecieron salírsele de las órbitas. La joven que estaba saliendo tenía el pelo oscuro, la nariz recta, los labios abultados, los ojos grandes y las cejas arqueadas. La abogada sintió un nudo en la garganta. No era la misma mujer que había visto la otra vez, pero se parecía mucho a ella. ¿Serían parientes? Aunque las dos fueran pacientes del doctor, no tenía sentido que las estuvier somentiendo a un tratamiento para darles la misma imagen, pensó."

domingo, octubre 12, 2014

Las reputaciones

 

Ficha técnica
  
Las reputaciones
Juan Gabriel Vásquez
Círculo de lectores, 2013
978-84-672-5996-4
155 páginas



Sinópsis  

Javier Mallarino es una leyenda viva. Es el caricaturista político más influenyente del país, "un hombre capaz de causar la revocación de una ley, trastornar el fallo de un magistrado, tumbar a un alcalde o amenazar gravemente la estabilidad de un ministerio, y eso con las únicas armas del papel y la tinta china". Los políticos le temen y el gobierno le rinde homenajes como su hijo predilecto, el compatriota ilustre y ciudadano ejemplar. A sus sesenta y cinco años, después de cuatro décadas de brillante carrera, puede decir sin temor a equivocarse que tiene el país a sus pies.


 Fragmento
 "Ahora comprendía mejor lo que había sucedido veintiocho años antes, cuando se dio el gusto de humillar al congresista Adolfo Cuéllar; comprendía el fervor con que el público había recibido la humillación, ese fervor disfrazado de indignación o de condena. El simplemente había puesto en marcha el mecanismo, si, él había encendido el fuego y luego se había calentado las manos... Y ahora le tocaba el turno. No importaba quién tuviera la razón de su lado. No importaban la justicia o la injusticia. Sólo una cosa le gustaba al público más que la humillación, y era la humillación de quien ha humillado."